Senaquerib invade a Judá
(2 R 18.13-37Is 36.1-22)
1 Después de estas muestras de fidelidad, el rey Senaquerib de Asiria vino e invadió a Judá, y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas.
2 Al ver Ezequías que Senaquerib había venido con la intención de combatir a Jerusalén,
3 se reunió con sus príncipes y con sus valientes, y con su apoyo acordaron cegar las fuentes de agua que estaban fuera de la ciudad.
4 Mucha gente se reunió, y fueron cegadas todas las fuentes y el arroyo que corría a través del territorio, pues decían: «¿Por qué han de hallar los reyes de Asiria muchas aguas cuando vengan?»
5 Después Ezequías tomó la decisión de reconstruir todos los muros caídos, hizo más altas las torres, y construyó otra muralla exterior; fortificó además a Milo, en la ciudad de David, y ordenó que se hicieran muchas espadas y escudos.
6 Puso capitanes de guerra al frente del ejército, y los reunió en la plaza a la entrada de la ciudad, y apelando a su corazón les dijo:
7 «¡Ánimo! ¡Esfuércense y no tengan miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que viene con él! ¡Con nosotros está alguien que es más poderoso!
8 Él cuenta con el apoyo humano, pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios, para ayudarnos y dar la pelea por nosotros.»
Y el pueblo confió en las palabras del rey Ezequías de Judá.
9 Después de esto, mientras el rey Senaquerib de Asiria sitiaba a Laquis con todo su ejército, envió a Jerusalén unos mensajeros a decirle al rey Ezequías de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén:
10 «Así dice Senaquerib, rey de los asirios: “¿En quién confían ustedes para resistir el sitio en Jerusalén?
11 Ezequías los está engañando, al decirles que el Señor su Dios los va a librar de mi mano. Más bien, ¡los va a entregar a la muerte, al hambre y a la sed!
12 ¿Acaso no es Ezequías el mismo que ha derribado sus lugares altos y sus altares, y el que ha dicho a Judá y a Jerusalén: ‘Solo delante de este altar adorarán, y sobre él quemarán incienso’?
13 ¿Acaso no se han enterado de lo que mis padres y yo hemos hecho con todos los pueblos de la tierra? ¿Acaso los dioses de esas naciones pudieron librar de mi mano a su tierra?
14 Entre todos los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, ¿qué dios hubo que pudiera salvar de mis manos a su pueblo? ¿Qué va a hacer el Dios de ustedes para librarlos de mi mano?
15 Que no los engañe Ezequías. No le crean, ni se dejen seducir. Si ninguno de los dioses de todas esas naciones y reinos pudo librar a su pueblo de mis manos, ni de las manos de mis padres, ¡mucho menos el Dios de ustedes va a poder librarlos de mi mano!”»
16 Y los siervos de Senaquerib dijeron muchas cosas más en contra de Dios el Señor, y en contra de su siervo Ezequías.
17 Además, escribió cartas en las que blasfemaba contra el Señor y Dios de Israel, y hablaba contra él, pues decía: «Los dioses de otras naciones y países no pudieron librar de mis manos a su pueblo, ni tampoco el Dios de Ezequías podrá librar de mis manos al suyo.»
18 Esto lo decían en lengua judaica al pueblo de Jerusalén que estaba sobre las murallas, y lo hacían a voz en cuello, para espantarlos y atemorizarlos, y poder así conquistar la ciudad.
19 Hablaban contra el Dios de Jerusalén como si hablaran contra los dioses de los pueblos de la tierra, que son hechura humana.
El Señor libra a Ezequías
(2 R 19.1-37Is 37.1-38)
20 Ante esto, el rey Ezequías y el profeta Isaías hijo de Amoz oraron y clamaron al cielo.
21 Entonces el Señor envió un ángel, que destruyó a los soldados más valientes del ejército del rey de Asiria, y también a sus jefes y capitanes. Y así, el rey de Asiria regresó avergonzado a su país, y allí sus propios hijos lo mataron a filo de espada en cuanto entró en el templo de su dios.
22 Así fue como el Señor salvó a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de las manos del rey Senaquerib de Asiria, y de las manos de todos, y les dio reposo por todos lados.
23 Entonces muchos trajeron a Jerusalén ofrendas para el Señor y ricos presentes para el rey Ezequías de Judá; y en consecuencia Ezequías fue engrandecido delante de todas las naciones.
Enfermedad de Ezequías
(2 R 20.1-11Is 38.1-22)
24 Por esos días Ezequías cayó gravemente enfermo, y casi murió. Pero oró al Señor, y el Señor le respondió y le dio una señal.
25 Pero Ezequías no correspondió al bien que le había sido hecho, sino que se envaneció su corazón, y por eso la ira de Dios vino contra él y contra Judá y Jerusalén.
26 Pero después de haberse enaltecido, Ezequías se humilló, y con él los habitantes de Jerusalén, y mientras Ezequías estuvo con vida, la ira del Señor no vino sobre ellos.
Ezequías recibe a los enviados de Babilonia
(2 R 20.12-19Is 39.1-8)
27 Y tuvo Ezequías riquezas y gloria, muchas en gran manera; y adquirió tesoros de plata y oro, piedras preciosas, perfumes, escudos, y toda clase de joyas deseables.
28 Asimismo hizo depósitos para las rentas del grano, del vino y del aceite, establos para toda clase de bestias, y apriscos para los ganados.
29 Adquirió también ciudades, y hatos de ovejas y de vacas en gran abundancia; porque Dios le había dado muchas riquezas.
30 Este Ezequías cubrió los manantiales de Guijón la de arriba, y condujo el agua hacia el occidente de la ciudad de David. Y fue prosperado Ezequías en todo lo que hizo.
31 Pero en lo referente a los mensajeros de los príncipes de Babilonia, que enviaron a él para saber del prodigio que había acontecido en el país, Dios lo dejó, para probarle, para hacer conocer todo lo que estaba en su corazón.
Muerte de Ezequías
(2 R 20.20-21)
32 Los demás hechos de Ezequías, y sus misericordias, he aquí todos están escritos en la profecía del profeta Isaías hijo de Amoz, en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
33 Finalmente, Ezequías descansó entre sus antepasados, y lo sepultaron en el lugar más prominente de los sepulcros de los hijos de David, honrándole en su muerte todo Judá y toda Jerusalén; y reinó en su lugar Manasés su hijo.
Senaqueribe invade Judá, e Deus destrói o seu exército
1 Depois dessas coisas e dessa fidelidade, veio Senaqueribe, rei da Assíria, e entrou em Judá, e acampou-se contra as cidades fortes, e intentou separá-las para si. 2 Vendo, pois, Ezequias que Senaqueribe vinha e que o seu rosto era de guerra contra Jerusalém, 3 teve conselho com os seus príncipes e os seus varões, para que se tapassem as fontes das águas que havia fora da cidade; e eles o ajudaram. 4 Assim, muito povo se ajuntou e tapou todas as fontes, como também o ribeiro que se estendia pelo meio da terra. E disseram: Por que viriam os reis da Assíria e achariam tantas águas? 5 E ele se fortificou, e edificou todo o muro quebrado até às torres, e levantou o outro muro para fora, e fortificou a Milo na Cidade de Davi, e fez armas e escudos em abundância. 6 E pôs oficiais de guerra sobre o povo, e ajuntou-os a si na praça da porta da cidade, e falou-lhes ao coração, dizendo: 7 Esforçai-vos e tende bom ânimo; não temais, nem vos espanteis por causa do rei da Assíria, nem por causa de toda a multidão que está com ele, porque há um maior conosco do que com ele. 8 Com ele está o braço de carne, mas conosco, o Senhor, nosso Deus, para nos ajudar e para guerrear nossas guerras. E o povo descansou nas palavras de Ezequias, rei de Judá.
9 Depois disso, Senaqueribe, rei da Assíria, enviou os seus servos a Jerusalém (ele, porém, estava diante de Laquis, com todo o seu domínio), a Ezequias, rei de Judá, e a todo o Judá que estava em Jerusalém, dizendo: 10 Assim diz Senaqueribe, rei da Assíria: Em que confiais vós, que vos ficais na fortaleza em Jerusalém? 11 Porventura, não vos incita Ezequias, para morrerdes à fome e à sede, dizendo: O Senhor, nosso Deus, nos livrará das mãos do rei da Assíria? 12 Não é Ezequias o mesmo que tirou os seus altos e os seus altares e falou a Judá e a Jerusalém, dizendo: Diante do único altar vos prostrareis e sobre ele queimareis incenso? 13 Não sabeis vós o que eu e meus pais fizemos a todos os povos das terras? Porventura, puderam de qualquer maneira os deuses das nações daquelas terras livrar a sua terra das minhas mãos? 14 Qual é, de todos os deuses daquelas nações que meus pais destruíram, que pôde livrar o seu povo das minhas mãos, para que vosso Deus vos possa livrar das minhas mãos? 15 Agora, pois, não vos engane Ezequias, nem vos incite assim, nem lhe deis crédito, porque nenhum deus de nação alguma, nem de reino algum pôde livrar o seu povo das minhas mãos, nem das mãos de meus pais, quanto menos vos poderá livrar o vosso Deus das minhas mãos.
16 Também seus servos falaram ainda mais contra o Senhor Deus e contra Ezequias, o seu servo. 17 Escreveu também cartas, para blasfemar do Senhor, Deus de Israel, e para falar contra ele, dizendo: Assim como os deuses das nações das terras não livraram o seu povo das minhas mãos, assim também o Deus de Ezequias não livrará o seu povo das minhas mãos. 18 E clamaram em alta voz em judaico contra o povo de Jerusalém que estava em cima do muro, para os atemorizarem e os perturbarem, para tomarem a cidade. 19 E falaram do Deus de Jerusalém, como dos deuses dos povos da terra, obras das mãos dos homens. 20 Porém o rei Ezequias e o profeta Isaías, filho de Amoz, oraram por causa disso e clamaram ao céu.
21 Então, o Senhor enviou um anjo que destruiu todos os varões valentes, e os príncipes, e os chefes no arraial do rei da Assíria; e este tornou com vergonha de rosto à sua terra; e, entrando na casa de seu deus, os mesmos que descenderam dele o mataram ali à espada. 22 Assim livrou o Senhor a Ezequias e aos moradores de Jerusalém das mãos de Senaqueribe, rei da Assíria, e das mãos de todos; e de todos os lados os guiou. 23 E muitos traziam presentes a Jerusalém, ao Senhor, e coisas preciosíssimas a Ezequias, rei de Judá, de modo que, depois disso, foi exaltado perante os olhos de todas as nações.
Doença e morte de Ezequias
24 Naqueles dias, Ezequias adoeceu de morte e orou ao Senhor, o qual lhe falou e lhe deu um sinal. 25 Mas não correspondeu Ezequias ao benefício que se lhe fez, porque o seu coração se exaltou; pelo que veio grande indignação sobre ele e sobre Judá e Jerusalém. 26 Ezequias, porém, se humilhou pela soberba do seu coração, ele e os habitantes de Jerusalém; e a grande indignação do Senhor não veio sobre eles, nos dias de Ezequias.
27 E teve Ezequias riquezas e glória em grande abundância; e fizeram-se tesouros de prata, e de ouro, e de pedras preciosas, e de especiarias, e de escudos, e de tudo o que se podia desejar, 28 também armazéns para a colheita do trigo, e do mosto, e do azeite, e estrebarias para toda casta de animais, e currais para os rebanhos. 29 Edificou também cidades e possuiu ovelhas e vacas em abundância, porque Deus lhe tinha dado muitíssima fazenda. 30 Também o mesmo Ezequias tapou o manancial superior das águas de Giom e as fez correr por baixo para o ocidente da Cidade de Davi, porque Ezequias prosperou em toda a sua obra. 31 Contudo, no negócio dos embaixadores dos príncipes da Babilônia que foram enviados a ele a perguntarem acerca do prodígio que se fez naquela terra, Deus o desamparou, para tentá-lo, para saber tudo o que havia no seu coração.
32 Quanto ao resto dos atos de Ezequias e às suas beneficências, eis que estão escritos na visão do profeta Isaías, filho de Amoz, e no livro da história dos reis de Judá e de Israel. 33 E dormiu Ezequias com seus pais, e o sepultaram no mais alto dos sepulcros dos filhos de Davi; e todo o Judá e os habitantes de Jerusalém lhe fizeram honras na sua morte; e Manassés, seu filho, reinou em seu lugar.