El pecado en el corazón de Judá
1 «El pecado de Judá está grabado con cincel de hierro y con punta de diamante. ¡Está esculpido en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares!
2 Sus hijos, por su parte, evocan sus altares y sus imágenes de Asera, que están junto a los árboles frondosos, en las altas colinas,
3 en las montañas y en los campos. Por causa del pecado que han cometido en los lugares altos de todo tu territorio, yo entregaré al pillaje todos tus tesoros.
4 Ustedes perderán la heredad que les entregué, y los haré esclavos de sus enemigos en un país que no conocían, porque han encendido el fuego de mi enojo, y en ascuas se mantendrá siempre.»
5 Así ha dicho el Señor:
«Maldito el hombre que confía en otro hombre; que finca su fuerza en un ser humano, y aparta de mí su corazón.
6 Ese hombre será como la retama en el desierto: Cuando el bien llegue, no lo verá; al contrario, vivirá en los sequedales del desierto, en lugares completamente despoblados.
7 »Pero bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza.
8 Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos; echa sus raíces junto a las corrientes, y no se da cuenta de cuándo llega el calor; sus hojas siempre están verdes, y en los años de sequía no se marchita ni deja de dar fruto.»
9 El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?
10 «Lo conozco yo, el Señor, que escudriño la mente y pongo a prueba el corazón; que pago a cada uno según su conducta y según el resultado de sus obras.»
11 El que amontona riquezas mal habidas se parece a la perdiz, que cubre los huevos que no puso. A la mitad de su vida pierde esas riquezas, y al final se queda como un tonto.
12 Desde el principio, nuestro santuario es un lugar excelso; ¡es el trono de la gloria!
13 Señor, esperanza de Israel, todos los que te abandonan serán avergonzados; los que se apartan de ti serán como nombres escritos en la arena, por haberte abandonado a ti, Señor, que eres manantial de aguas vivas.
14 ¡Sáname, Señor, y recobraré la salud! ¡Sálvame, y quedaré a salvo! ¡Tú eres la razón de mi alabanza!
15 No falta quien me diga: «¿Dónde están las amenazas del Señor? ¡Que se cumplan ya!»
16 Pero yo no te he seguido para incitarte a que los castigues, ni les he deseado tiempos de calamidad. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia.
17 No me llenes de terror, pues tú eres mi refugio en momentos difíciles.
18 No me pongas en vergüenza; más bien, pon en vergüenza a los que me persiguen. No me aterrorices; más bien, aterrorízalos a ellos. ¡Descarga sobre ellos la calamidad, y despedázalos por completo!
Observancia del día de reposo
19 Así me ha dicho el Señor:
«Ve y párate en la puerta principal de la ciudad, por donde entran y salen los reyes de Judá. Luego ve y párate en todas las puertas de Jerusalén,
20 y diles: “Ustedes, los reyes de Judá, y todos ustedes, habitantes de Judá y de Jerusalén, que entran por estas puertas: ¡Oigan la palabra del Señor!
21 El Señor ha dicho: ‘Si en algo aprecian su vida, absténganse de llevar cargas en el día de reposo y de meterlas por las puertas de Jerusalén.
22 En el día de reposo no deben sacar ninguna carga de sus casas, ni hacer ningún trabajo. Más bien, deben santificar el día de reposo, tal y como se lo ordené a sus padres.’
23 Pero ellos no me hicieron caso. No inclinaron su oído. Al contrario, se encapricharon y no quisieron oír ni recibir ninguna corrección.
24 »”Sin embargo, si ustedes me obedecen, y en el día de reposo no meten ninguna carga por las puertas de esta ciudad, sino que el día de reposo lo santifican y no hacen ningún trabajo en él,
—Palabra del Señor—25 »”los reyes y los príncipes que ocupan el trono de David entrarán por las puertas de esta ciudad en carros y en caballos, lo mismo que sus príncipes, los varones de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y esta ciudad será habitada para siempre.
26 Muchos vendrán de las ciudades de Judá y de los alrededores de Jerusalén, así como de la tierra de Benjamín y de la Sefela, de los montes y del Néguev, y traerán a la casa del Señor holocaustos, sacrificios, ofrendas, incienso y sacrificios de alabanza.
27 Pero si no me obedecen ni santifican el día de reposo, y siguen trayendo y metiendo cargas por las puertas de Jerusalén en día de reposo, yo les pondré fuego a sus puertas, y ese fuego no se apagará, sino que consumirá los palacios de Jerusalén.”»
1 O pecado de Judá está escrito com um ponteiro de ferro, com ponta de diamante, gravado na tábua do seu coração e nos ângulos dos seus altares. 2 Seus filhos se lembram dos seus altares, e dos seus bosques, e das árvores verdes, sobre os altos outeiros. 3 Ó minha montanha no campo, a tua riqueza e todos os teus tesouros darei por presa, como também os teus altos por causa do pecado, em todos os teus termos! 4 Assim, por ti mesmo te privarás da tua herança que te dei, e far-te-ei servir os teus inimigos, na terra que não conheces; porque o fogo que acendeste na minha ira arderá para sempre.
5 Assim diz o Senhor: Maldito o homem que confia no homem, e faz da carne o seu braço, e aparta o seu coração do Senhor! 6 Porque será como a tamargueira no deserto e não sentirá quando vem o bem; antes, morará nos lugares secos do deserto, na terra salgada e inabitável.
7 Bendito o varão que confia no Senhor, e cuja esperança é o Senhor. 8 Porque ele será como a árvore plantada junto às águas, que estende as suas raízes para o ribeiro e não receia quando vem o calor, mas a sua folha fica verde; e, no ano de sequidão, não se afadiga nem deixa de dar fruto.
9 Enganoso é o coração, mais do que todas as coisas, e perverso; quem o conhecerá? 10 Eu, o Senhor, esquadrinho o coração, eu provo os pensamentos; e isso para dar a cada um segundo os seus caminhos e segundo o fruto das suas ações. 11 Como a perdiz que ajunta ovos que não choca, assim é aquele que ajunta riquezas, mas não retamente; no meio de seus dias as deixará e no seu fim se fará um insensato.
12 Um trono de glória, posto bem alto desde o princípio, é o lugar do nosso santuário. 13 Ó Senhor, Esperança de Israel! Todos aqueles que te deixam serão envergonhados; os que se apartam de mim serão escritos sobre a terra; porque abandonam o Senhor, a fonte das águas vivas. 14 Sara-me, Senhor, e sararei; salva-me, e serei salvo; porque tu és o meu louvor. 15 Eis que eles me dizem: Onde está a palavra do Senhor? Venha agora! 16 Mas eu não me apressei em ser o pastor, após ti; nem tampouco desejei o dia de aflição, tu o sabes; o que saiu dos meus lábios está diante de tua face. 17 Não me sejas por espanto; meu refúgio és tu no dia do mal. 18 Envergonhem-se os que me perseguem, e não me envergonhe eu; assombrem-se eles, e não me assombre eu; traze sobre eles o dia do mal e destrói-os com dobrada destruição.
A santificação do sábado
19 Assim me disse o Senhor: Vai, põe-te à porta dos filhos do povo, pela qual entram os reis de Judá e pela qual saem, como também a todas as portas de Jerusalém, 20 e dize-lhes: Ouvi a palavra do Senhor, vós, reis de Judá e todo o Judá e todos os moradores de Jerusalém, que entrais por estas portas. 21 Assim diz o Senhor: Guardai a vossa alma e não tragais cargas no dia de sábado, nem as introduzais pelas portas de Jerusalém; 22 nem tireis cargas de vossas casas no dia de sábado, nem façais obra alguma; antes, santificai o dia de sábado, como eu ordenei a vossos pais. 23 Mas não deram ouvidos, nem inclinaram as orelhas; antes, endureceram a sua cerviz, para não ouvirem e para não receberem correção. 24 Será, pois, que, se diligentemente me ouvirdes, diz o Senhor, não introduzindo cargas pelas portas desta cidade no dia de sábado, e santificardes o dia de sábado, não fazendo nele obra alguma; 25 então, entrarão pelas portas desta cidade reis e príncipes, assentados sobre o trono de Davi, andando em carros e montados em cavalos, eles e seus príncipes, os homens de Judá e os moradores de Jerusalém; e esta cidade será para sempre habitada. 26 E virão das cidades de Judá, e dos contornos de Jerusalém, e da terra de Benjamim, e das planícies, e das montanhas, e do Sul, trazendo holocaustos, e sacrifícios, e ofertas de manjares, e incenso, trazendo igualmente sacrifícios de louvores à Casa do Senhor. 27 Mas, se não me derdes ouvidos, para santificardes o dia de sábado e para não trazerdes carga alguma, quando entrardes pelas portas de Jerusalém no dia de sábado, então, acenderei fogo nas suas portas, o qual consumirá os palácios de Jerusalém e não se apagará.